jueves, 3 de julio de 2008

El nacimiento...

¡AAAH! ¡La espuma divina,la santa saliva dadora de vida!

...En ocasiones el niño Dios desaparecía por momentos, y la gran pecera celeste quedaba a la disposición de Ouruboros. Al comienzo el la cuidaba, paciente, aburrido, pues en la gran masa de agua ya no había nada propio. Pero de a poco se fue gestando en Ouruboros la necesidad de algo más, de dotar con algo propio el fondo oscuro, aburrido, del planeta azul. Entonces Ouruboros, nuevamente, dejo de succionar su cola, y vertió algunos catabolitos de su eternidad sobre las grandes masas de agua, y aguardó días, siglos, milenios. Entonces, Dios observó su pecera, y levantando los brazos de alegría dijo "mira como se pelean". Ouruboros entonces vio como sus criaturas atacaban a las del pequeño Dios, y las masticaban, digerían y las hacían parte de si, creciendo y haciéndose más fuertes. La divinidad bailaba y se vanagloriaba de haber creado una pecera tan interesante, llena de vida y sucesos. "Se la mostraré a mis padres" decía, "mis amigos van a querer una igual" decía, y Ouruboros guardaba silencio, siempre mordiendo su cola, pero con un dejo de dicha en los ojos, que la divinidad tomó como simpatía. Entonces, Ouruboros, previniendo que sus criaturas acabaran con todas las otras débiles creaciones, les doto de los más mínimos rasgos de inteligencia, para que al menos supieran cuando parar de comer...
... Entonces la infantil divinidad notó que no había tanto caos en la bola flotante, pero que algunas criaturas crecían cada vez más, y que ahora se movían en grupos, y que parecían reconocerse. Se preguntó cómo es ésto posible, !un milagro, pero un milagro que yo no hice! Y entonces notó que no tenían piel suave, y blanca, cómo él, si no que tenían escamas, y eran de colores ocre, verde, negro, azulados. Colores divinos, no permitidos para las creaciones. Y la divinidad miró a Ouroboros, y éste sin dejar de morderse la cola miró al infinito y más allá tratando de hacerse el desentendido, pero Dios volvió a la pecera y vio que dos criaturas abrazadas cenaban una de las suyas, y sonrió, y vio Dios que esto era bueno...
... Pero para que las cosas no fueran tan simples, Dios dotó a sus criaturas de caparazones, y espinas, y algunas tuvieron venenos, y otras fueron ágiles, y otras se parecían a rocas o simplemente sabían mal, y los pequeños andaban en grupos enormes como monstruos, y los grandes eran peligrosos y hábiles. Y Ouruboros dijo; Oh criaturas, éste es el fin de los buenos tiempos. Y así comenzó la historia del planeta azul. De la gran pecera galáctica...



Del papiro celeste de la encarnación

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